- Entonces, como le venía explicando, el problema que…
-¡Beroldo!
-¡Ay, doctor, me asustó!
-¿Pero qué hace acá? ¿En dónde…?
-¿Eh? ¿Cómo que hago acá? ¿Se siente bien, doctor?
-Pero querida, estamos en…esta es mi casa.
-¿Y?
-¿Cómo “y”? ¿Acaso no se da cuenta de que no estamos en mi
consultorio? Usted está en mi casa. Esta es mi cocina. ¡Beroldo, estoy en
pijama!
-¿Me va a dejar contarle el motivo de mi consulta?
-Pero, querida, ¿no entiende lo que ocurre?
-No sé de qué me habla, doctor.
-Bien, estoy soñando. Sí, estoy soñando con usted.
-No sé qué decirle, lo noto medio raro hoy. Y la verdad es
que necesitaba de esta consulta.
-¿Pero a dónde se va querida? Espere, vuelva.
-¿Está seguro?
-Sí, aunque déjeme preguntarle ¿cómo sabía que allá estaba
la puerta de entrada?
-¿Otra vez, doctor? Hagamos una cosa, mejor me voy y saco
turno para otro día, ¿le parece?
-¡Pero de qué turno me habla!
-Sí, mejor me voy. Vuelvo pronto, doctor, no se preocupe.
-No, no, querida Beroldo, por favor. Venga, no se vaya
-¿Está seguro?
-Discúlpeme esta confusión y sentémonos. Vamos, cuénteme qué
la trae por…acá.
-Bien, continúo entonces
-Sí, continúe, por favor
-Sigo igual que la semana pasada, con ese terrible dolor de
estómago. El problema está en que las pastillas que me recetó de repente me
empezaron a caer mal y ya no las tolero.
-¿Y desde cuándo no las tolera? ¿Se las receté la semana
pasada?
-Sí, doctor, la semana pasada, la última vez que vine…¿en
serio está bien?
-Sí, Beroldo, no se preocupe y usted respóndame a todas las
preguntas que le hago. Por más obvias que le parezcan, hágalo por favor.
-Sí, claro, no hay problema.
-Entonces, la semana pasada ¿pudo tomar las pastillas y le
calmaron el dolor?
-Solamente un día
-Pero qué raro, querida, son sólo pastillas para ayudar a la
digestión, no puede ser que le caigan mal
-¿Se acuerda, entonces, de qué pastillas hablo?
-No, pero supongo que son las de siempre, las que toma para
sus problemas digestivos.
-Sí, esas mismas. Me inquieta que no se acuerde…
-No me haga caso y respóndame lo siguiente: ¿cómo anda de
ánimos últimamente?
-En general, muy bien. Por supuesto, siempre hay cuestiones
que rondan la cabeza y molestan un poco pero…
-¿Qué tipo de cuestiones, querida?
-Bueno, la falta de ideas es una. Lo mismo de siempre, usted
ya conoce mi problema
-Sí, claro, el famoso “eclipse de ideas”.
-El mismo
-Y, dígame, ¿no será eso lo que le provoca el dolor de
estómago?
-Sí, claro que es eso, doctor. Eso ya lo sabemos, yo
somatizo por la panza. Ahora, lo que me preocupa es que antes, si no aguantaba
el dolor, me tomaba una pastilla y me aliviaba un poco. Ya no me resulta y eso
me inquieta bastante.
-¿No ha pensado en que quizás no quiera que se vaya ese
dolor?
-Pero qué dice, doctor. ¿Cómo no voy a querer que se me
vaya? Es ridículo, ¿para qué estoy acá, entonces?
-Vamos, Beroldo, sígame en el razonamiento
-Es que ¿para qué quisiera yo que el dolor persistiese?
-Creo que en el consultorio tenemos más conexión, ¿qué
opina, usted?
-¿Eh?
-No importa… A ver, querida, ¿qué me respondería si le
dijera que, en realidad, ese dolor simboliza a sus ideas?
-Le diría, entonces, que son mis ideas las que no se quieren
ir
-Bien, nos vamos acercando
-¿Y de qué me sirve tener esas ideas en la panza si no se
mueven del lugar?
-De recordatorio
-¿Recordatorio de que están ahí pero no las puedo usar?
-Yo lo expresaría de manera diferente: diría que están ahí,
esperando.
-A ver, creo que puedo explicarlo
-Qué alivio, Beroldo
-Están aprovechando
-¿Aprovechando qué?
-Lo que todavía da sentido a lo que les resta de existencia
-Que sería…
-El dolor
-Interesante conclusión, querida Beroldo, ¿no cree? ¿cómo se
siente?
-¿Y usted? ¡Usted no es Beroldo!