jueves, 8 de diciembre de 2011

Experimento

-Bienvenida…¿tu nombre?
-Hola, gracias, Beroldo
-¿Beroldo?
-Sí, Berold para los amigos
-Bueno, nuevamente bienvenida a nuestro taller literario
-Muchas gracias
-En general, antes de ponernos a trabajar, solemos charlar un poco con los nuevos integrantes como para empezar a conocernos
-Claro, me parece bien
-¿Escribís generalmente? ¿Qué te gusta leer? Contanos un poco sobre vos
-Sí, escribo pero en realidad vine porque hace bastante que no voy al médico
-Perdón…¿cómo? no te entendí bien
-Eso, hace bastante que no logro entender qué me pasa, no encuentro las palabras para explicar nada. Y bueno, es por eso que estoy acá
-Ah
-Quizás este espacio me ayude a reflexionar y pueda ir a una consulta con las cosas más claras
-Ajá…disculpame pero, ¿sabés que este es un taller literario, no?
-Sí, por supuesto, por eso vine
-Ah
-¿Por?
-Mirá, me siento un poco incómodo por insistir pero ¿no dijiste que necesitás ir al médico?
-Sí, eso dije...A ver, nunca asistí a ningún taller pero quizás es lo que ando necesitando. Tal vez me ayude a clarificar mis problemas
-Bueno…hagamos algo, ¿por qué no continuamos con la presentación de los demás y después nos seguís contando más sobre vos?
-Dale, me parece perfecto
-Sólo te pido una cosa
-Sí, decime
-Si te llegás a sentir mal, por favor avisá en seguida.


-Hola, te damos la palabra, presentate por favor
-Hola, soy el doctor
-Ah, mirá, sos médico, ¿y cómo te llamás?
-La verdad que no sé, hasta ahora siempre aparecí como “doctor”
-¿Cómo que no sabés? ¿En dónde apareciste? Che, ¿qué onda, me están haciendo una joda? ¿Se conocen, no?
-Pero querido, para nada, soy un hombre serio, un médico clínico. Acudí al taller porque hace rato que la espero a Beroldo en el consultorio y no aparece. Estoy un poco preocupado y quisiera ayudarla de algún modo. Pero, como le mencioné, soy médico. No suelo escribir demasiado, y quizás asistir al taller me ayude a comprenderla un poco más. Tal vez necesite de más apoyo del que le doy y por eso no esté acudiendo a las consultas
-Bueno, la verdad, no entiendo nada. No sé qué decirle, señor…bienvenido al taller
-Muchas gracias


-Falto sólo yo
-Sí, claro, ahora te iba a dar la palabra. Bienvenida al grupo, te escuchamos
-Bueno, en realidad vine más de observadora que otra cosa
-¿De observadora? Pero se supone que en un taller todos leemos, todos escribimos, esa es la dinámica
-Sí, entiendo, y justamente necesito observar a Beroldo y al médico para poder escribir
-Ah, ¿los conocés? No nos dijiste tu nombre
-Sí, digamos que más que conocerlos son mi creación
-¿Eh?
-Sí, y últimamente no sé qué pasa, pero se me fueron de las manos. No logro que se entiendan como antes. Y bueno, se me ocurrió que si los juntaba en otro contexto, quizás podía descifrar qué les anda sucediendo. Y me dije, qué mejor lugar que un taller literario, ¿no te parece?
-Lo que me parece es que me están tomando el pelo
-Para nada, che. Entiendo que estés un poco confundido pero en cuanto tenga las cosas un poco más claras, termino la escena
-Basta, por favor. Esto me está asustando en serio
-Pero qué escandaloso resultaste ser. Cuando inicialmente te pensé, mi idea era que fueras un tallerista-mediador menos dramático. Así no me ayudás
-¿Cuándo inicialmente me pensaste? ¿Pero de qué estás hablando?
-De nada. Esto así no va a funcionar, mejor abandono el experimento
-¿Qué experimento? Basta, se van todos de acá
-Lo que me faltaba. Ser echada por el personaje secundario
-¿Pero de qué hablás? ¡Por favor!
-De que saludes. Decí: chau, chau, adios.

domingo, 16 de octubre de 2011

Consulta médica XXI

-¡Beroldo! Finalmente ha regresado, qué alegría
-Hola doctor, para mí también es una alegría volver. Le agradezco los llamados telefónicos durante este tiempo de ausencia
-Por favor, querida, ¿qué clase de profesional sería si me desentendiera totalmente de mis pacientes cuando se ausentan tanto tiempo?
-Es cierto, doctor, pero déjeme decirle que no todos se preocupan de la misma manera. Soy una paciente con suerte
-Me alegra de que se sienta así.
-Gracias doctor, debo confesar que me siento aliviada de haber vuelto finalmente
-¿Aliviada? A ver, si nos remitimos a la definición de esa palabra, sacaría como conclusión que siente una disminución de un “peso” que venía cargando
-Doctor, qué expresividad. ¿Ha estado practicando?
-Sí, ríase mi querida, pero es cierto que he ganado cierta…cómo decirle…plasticidad a la hora de hablar con mis pacientes
-Sí, puedo observarlo y me alegro mucho. En serio, doctor, ya no lo estoy cargando
-Gracias, Beroldo
-Faltaba más
-Entonces, retomemos, ¿por qué aliviada? Si hubiese estado tan mal, por supuesto que habría venido al consultorio antes. No me va a decir que se cree en falta por no ir más seguido al médico. Por más que extrañamente me sienta halagado, esa no se la creo
-Me hace reír, doctor
-Pero se lo digo en serio, querida. Y de hecho, hasta me preocuparía si realmente necesitara una visita médica aun si no tuviese nada que reportar
-Totalmente, doctor. Y no, no crea que soy hipocondríaca
-No lo creo para nada
-Le dije que sentía un poco de alivio de estar acá porque la realidad es que hace varias semanas que ando con algunos problemas para dormir otra vez y, sin embargo, no me decidía a sacar turno
-Bueno, pero al final lo hizo. Ahora está acá
-Sí, claro, y por eso estoy más tranquila, porque me saqué de encima una cosa pendiente
-¿Acaso me está queriendo decir que tiene muchas cosas pendientes?
-Sí, doctor, y en estos días llegué a una conclusión
-¿A qué conclusión, Beroldo?
-Me dan mucho más trabajo las cosas que no hago, que las que sí llevo a cabo
-¿Y no probó con hacer una lista?
-Se está divirtiendo conmigo… qué malo
-No, querida, se lo pregunto en serio
-Por supuesto que probé haciendo una lista
-¿Y?
-Y nada, me ponía más nerviosa. Todos los días la miraba como si por simple devenir cósmico alguna tarea fuera a desaparecer sola
-Ay, Beroldo, qué ocurrencias tiene. Yo le pregunté si había probado con hacer una lista porque a mí, en lo particular, me sirve
-¿Así que a usted también le dan más trabajo las cosas que no hace?
-Usted tiene una manera muy particular de explicar las cosas, pero bueno, digamos que sí es mi respuesta a su pregunta
-¿Y la lista le es útil?
-Piénselo de esta manera: muchas veces, con el paso de los días, las cosas que habíamos apuntado como importantísimas, por algún motivo pierden el sentido y ya no necesitamos hacerlas
-Puede ser…
-Y las tareas que sí continúan vigentes, no nos queda otra que realizarlas de una buena vez. En algún momento, la lista se achica y podemos dormir más relajados
-¿Me está queriendo decir que mi problema para dormir está relacionado con mi obsesión con la lista de cosas pendientes?
-No estoy seguro, ¿qué opina usted, Beroldo?
-Que debería ir a mi casa y tachar varios ítems de mi lista
-Excelente respuesta
-Gracias
-Entonces, ¿la espero pronto por acá?
-Por supuesto, doctor. Muchas gracias y hasta luego
-Beroldo
-¿Sí?
-No se pierda
-No, doctor
-Beroldo
-¿Sí?
-Me alegró verla
-Gracias, doctor. A mí también
-Adiós, mi querida
-Adiós

domingo, 25 de septiembre de 2011

novela

Una mañana empezó a escribir su primera novela. Su gran novela. La obra de su vida. La historia consagratoria.
A la mañana escribía, a la noche deshacía lo escrito.
Debía ser brillante, arrasadora. Su gran novela. La obra de su vida. La historia consagratoria.
A la mañana escribía, a la noche deshacía.
No debía conformarse, no podía arriesgarse. Su gran novela. La obra de su vida. La historia consagratoria.
A la mañana escribía, a la noche deshacía.
Debía destacarse.
Debía sorprender
Debía hipnotizar.
A la mañana escribía, a la noche deshacía.
A la mañana escribía, a la noche deshacía.
A la mañana escribía, a la noche deshacía.
Su gran novela. La obra de su vida. La historia consagratoria.
Y se volvió rutina:
escribir y corregir
escribir y corregir
escribir y corregir
Todas las mañanas. Todas las noches.
Su gran novela. La obra de su vida. La historia consagratoria.

jueves, 25 de agosto de 2011

Consulta médica XX

-Adelante, Beroldo
-Hola doctor
-¿Cómo anda, querida?
-Bien, gracias ¿y usted?
-Bien también
-¿Se dio cuenta de que siempre repetimos el mismo ritual inicial?
-¿A qué se refiere? ¿Al saludo?
-Sí, pero no sólo al saludo. Es decir, siempre cuando uno entra a un consultorio, saluda a quien tiene en frente… Bueno, en realidad, siempre que uno entra a cualquier lugar, por respeto, saluda a quien se encuentre ahí. Yo me refiero a otra cosa, a sus gestos y movimientos, para ser más específica
-Qué interesante, ¿usted con especificaciones?
-Qué gracioso, doctor. Si no le estoy definiendo nada
-Perdone, no pude contenerme
-Me alegro de que se divierta conmigo. ¿Le explico a qué me refiero?
-Nada me interesa más en este momento. La escucho
-No sé si sigue cargándome pero pienso avanzar con la conversación, doctor, si no pierdo el hilo
-Por favor, Beroldo, no se pierda por mi culpa
-A lo que me refería con el ritual es a que siempre que me recibe y desde el momento en que lo saludo en la puerta, me hace pasar, nos sentamos, me pregunta cómo estoy y yo le pregunto a usted cómo está, sus gestos cambian
-¿Qué gestos?
-Como si se pusiera “en guardia”
-¿En guardia? pero eso suena mal, Beroldo, ¿acaso se siente atacada a preguntas?
-No, doctor, no me está entendiendo. Lo que quiero decirle es que en cuanto entro y comienzo a hablar, noto cómo usted entrecierra los ojos, se apoya contra el respaldo de su silla y reclina levemente su cabeza
-¿Usted dice que siempre hago lo mismo cada vez que la veo? Pero mire qué interesante. No me había dado cuenta
-Sí, en cuanto nos sentamos, tengo la sensación de que ya está analizando la situación, evaluando lo que le cuento. Ojo, no me malinterprete, resalto esto como una cualidad positiva de su parte. Me hace sentir que le interesa y se preocupa por lo que me pasa
-Por supuesto que me preocupo por su persona, Beroldo. Cómo no interesarse por usted
-A cuántos pacientes les dirá lo mismo
-Cada uno es único e irrepetible
-Lo sé, doctor, me dejó ese remate picando y no pude evitar decirlo
-Lo sé, Beroldo, se lo hice a propósito
-Bueno, al final me fui por las ramas y otra vez dejé en un segundo plano el motivo de mi consulta
-Pero vayamos al asunto, entonces. Aunque debo decirle que en algún momento quisiera terminar esta conversación. Me interesó mucho su observación
-Cómo no. ¿Acaso nuestros temas abren y cierran en la misma consulta?
-Maestros del suspenso, podrían llamarnos
-Qué jocoso se encuentra hoy, doctor. Me gusta su humor
-Gracias, querida. Entonces, pasemos al tema “central”
-El tema central, entre comillas, es que estuve pensando que quizás arrastro una falla en mi educación. Estoy casi convencida de que tengo dificultades en mi coordinación psicomotriz, lo que me lleva a no poder adaptarme de manera armoniosa al medio
-Ay, Beroldo… A ver, déjeme relacionar…
-Adelante
-¿Está explicándome por qué vive en cámara lenta?
-Exactamente
-Pero Beroldo, usted tiene conciencia de su esquema corporal, tiene formada una representación de su propio cuerpo y por lo tanto, de sus límites y posibilidades de acción. ¿Le parece que ese es su problema?
-Justamente, doctor, hay un temita con mis límites. A veces no puedo acelerar, la mente y el cuerpo no me lo permiten
-Y dígame una cosa
-Pregunte
-¿En comparación a quién usted piensa que vive más lento?
-No sé, doctor. ¿A todos?
-¿Me lo está preguntando a mí?
-No, es que no sé qué responderle
-Qué detalle, ¿no cree?
-Sí…
-¿Qué le parece si pausamos en este punto?
-Me parece lo más sensato. Tengo mucho en qué pensar
-Perfecto, Beroldo, la veo pronto entonces
-¿Le puedo hacer un comentario más?
-Por favor, ni tiene que pedir permiso
-El otro día me cayó mal una insulsa milanesa de soja y en ese momento pensé que sentirme mal de la panza era el colmo de la indigestión psicosomática. ¿No cree que esté empezando a hacer eso, en realidad? ¿No estaré llegando al colmo de la sugestión?
-No lo creo, Beroldo
-Bueno, si usted lo dice
-Adiós, querida. La espero pronto, no se pierda
-Gracias por todo, doctor. Adiós
-De nada, es un placer. Ah, una cosa más
-¿Sí?
-Preste atención a las fechas de caducidad de los productos



lunes, 15 de agosto de 2011

Consulta médica XIX

-Hola querida Beroldo. Pase nomás
-Hola doctor, gracias
-¿Sabe una cosa? Hace unos días me acordé mucho de usted
-¿Ah, sí? ¿Por qué?
-Por otra paciente. La señora también sufre de la corporización de una metáfora, como le pasaba a usted antes
-¿De la misma que yo sufría?
-No, a ella le afectan unos dolores de cabeza terribles y descubrí que lo que le causa ese dolor es su actitud. Nunca está quieta y siempre está enojada porque salta como leche hervida
-Sí, suele suceder
-Bueno, ¿y usted cómo se encuentra? Nos había quedado un tema pendiente, ¿no es así?
-Sí, por eso vine, pero la cuestión es que estoy invadida por otros pensamientos que no me dejan darle prioridad a lo que venía a contarle
-Continúe, la escucho
-¿Habrá ciclos para determinados pensamientos?
-¿Ciclos? ¿En qué sentido?
-Sí, ciclos. Hay determinados pensamientos que no son nuevos sino todo lo contrario y que vuelven de vez en cuando a instalarse en mi cabeza. Repiten ideas que ya sé de memoria, frases recurrentes que conozco. La cuestión es que son combativos. Sí, aunque trate de ignorarlos, siempre vuelven luego de un tiempo
-Interesante, Beroldo. ¿Y por qué los ignora?
-Ahí está la cuestión. La relación con este tipo de pensamientos es la siguiente: en algún momento sí les di reconocimiento, los escuché, los evalué, hasta que me di cuenta de que no me servían ni me hacían bien y los descarté. Pero son tan necios que vuelven y se quieren instalar, como si tuviesen ese derecho por ser “viejos conocidos”
-No me explique más, querida. A usted la aquejan los pensamientos circulares
-¿Pensamientos circulares?
-Sí, por lo que relata, son esos pensamientos tercos, pesados, que siempre repiten lo mismo
-Exactamente, y cuando intento tragármelos, ni le cuento lo que tardo en digerirlos
-Claro, querida, es que son altamente indigestos. ¿Ahora cómo anda de la panza?
-Imagínese, doctor
-Bueno, entonces, voy a recetarle unas pastillas que ayudan al proceso de digestión, pero lo más importante es que intente combatirlos de otra forma. Si se da cuenta de que no necesita las pastillas, ya sabe que prefiero que no las tome
-Sí, claro, yo también prefiero lo mismo. Entonces, voy a estar atenta a los giros
-¿A qué giros?
-Según usted, los pensamientos son circulares, eso quiere decir que pasan siempre por los mismos lugares. Cuando pasen sobre ese punto repetido, acechándome con una cuestión que ya había dado por terminada, ahí los voy a ignorar hasta que se vayan
-Es una excelente estrategia, Beroldo. Estoy segura de que así será
-Gracias doctor. Entonces, nos vemos la próxima
-Nos vemos pronto, querida. Por las dudas, no se olvide de la receta
-Adiós, doctor
-Adiós, Beroldo



martes, 2 de agosto de 2011

Consulta médica XVIII

-Hola doctor, ¿cómo está?
-Hola Beroldo, muy bien ¿y usted?
-Bien también, gracias
-La noto cansada, ¿tiene problemas para dormir nuevamente?
-No, por suerte no, pero sí estoy cansada igual. El ritmo acelerado del día a día a veces me abruma y no puedo seguirle el paso
-Sí, la entiendo, querida, a todos suele pasarnos, pero ¿es sólo eso lo que tiene?
-No es poca cosa, doctor. Por momentos siento que vivo en cámara lenta y al autoexigirme acelerar un poco, me pasa lo de hoy. Me canso terriblemente
-A ver, vayamos por partes. No entiendo esa autoexigencia suya, pero me interesaría primero saber qué es eso de vivir en cámara lenta. ¿Me lo define?
-Ese es otro temita, doctor
-¿Qué temita?
-El de las definiciones. Ya no puedo
-¿Qué cosa no puede? ¿Definirme su problema? Pero si usted es experta en ofrecerme explicaciones precisas. Ya estoy mareado, Beroldo
-Ahí está la cuestión, doctor. Eso de lo que yo me jactaba de poder hacer sin problemas, ahora ya no me satisface
-¿No le satisfacen las definiciones? Ay, Beroldo, ayúdeme que estoy totalmente perdido
-No pierda la calma, doctor, que me pongo más nerviosa yo
-No, no, tranquilicémonos y avancemos de a poco. Me comentó que siente como si viviera en cámara lenta, le pedí que me lo explicara más precisamente y resulta que ahora cree que no puede definir nada. ¿Así viene la cosa?
-Más o menos. No es que no pueda definir nada sino que ahora estoy en duda de su verdadera utilidad, es decir, pienso que usted puede entender mejor de qué le estoy hablando sin que yo le tenga que definir a fondo la cuestión
-Ah, entonces, lo que a usted le pasa es que no quiere que yo le pregunte por especificaciones, sino que pretende que yo saque mis propias conclusiones con lo que escucho
-Bueno, así suena un poco irrespetuoso de mi parte, no es que no quiera que me haga preguntas. A ver, usted es el doctor, debe hacerles a sus pacientes todas las preguntas que crea necesarias. Lo que últimamente pienso es que, a veces, las definiciones no sirven para aclarar una situación particular y que por eso, para entender el significado de algo, es necesario pensarlo en ese contexto social específico
-Interesante, Beroldo…
-Por ejemplo, doctor, defíname lo que es un juego
-¿Un juego? Pero, ¿qué tipo de juego? ¿De azar, con reglas, de competencia, de niños?
-¿Ve lo que le digo? Aunque parezca fácil, no puede darme una sola definición porque siempre dejaría afuera alguna característica. Eso es lo que me inquieta, ¿cómo hago para definirle ciertos conceptos? Usted me conoce bien, sabe que siempre estoy analizando cómo funciona el lenguaje. Bueno, ahora me topé con este obstáculo y le aseguro que bien no la estoy pasando
-Pero querida, no desespere, escúcheme un poco. Yo no puedo darle una definición exacta de lo que es un juego, en eso estamos de acuerdo, sin embargo ambos entendemos de qué se trata si alguien menciona un juego de cartas o un juego de ajedrez o un juego de niños de jardín de infantes
-Por supuesto, por eso le digo, sin definir, identificamos claramente el significado de la situación. Debo olvidarme de las definiciones, doctor
-Me hace reír, Beroldo. No se olvide de las definiciones, simplemente reposiciónelas. Conmigo puede seguir usándolas todo lo que quiera y además yo haré el ejercicio de rellenar la información que quede afuera para así entender mejor la situación
-Gracias, doctor. Siempre logra tranquilizarme. Y sin hacerme sentir una loca, aunque lo esté
-De nada, Beroldo, para eso soy su doctor. Y no está loca, querida
-Lo veo la próxima, me voy a casa a descansar
-Vaya nomás, hasta la próxima, mi querida
-Adiós, doctor

jueves, 21 de julio de 2011

Sin vueltas

Como bien sabe usted, estoy aquí para informarle la decisión que se ha tomado teniendo en cuenta lo acontecido. El dictamen no llevará más de unos minutos así que procederé, entonces, y sin más demoras, a relatarle resumidamente los puntos que se han tenido en cuenta en el análisis para llegar a esta conclusión. No es mi intención dilatarme así que ante cualquier necesidad de detenerse en alguna cuestión en particular, le pediré que se comunique luego con mi oficina y así yo le haré llegar sin retrasos, la versión extendida de lo que escuchará a continuación. Le comento esto porque usted quizás esté esperando un informe más detallado de la situación. Argumentos muy desarrollados y explicaciones desmenuzadas desde todas las aristas posibles. Estrategias, todas ellas, según mi criterio, tendientes a extender más de lo debido el acto de lectura y aumentar el nerviosismo del oyente. Tengo años de experiencia en esto. Créame cuando le digo que le hago un favor al resumirle el tema y exponérselo sin rodeos ni circunloquios.
Por otro lado, sí siento un deber confesarle que mi estilo sumamente preciso y, a veces, un tanto escueto, puede llegar a producir también cierta incomodidad. Le hago esta aclaración porque soy consciente de que, y sobre todo en este tipo de casos, muchas veces se esperan profundas justificaciones. Por eso prefiero hacerle saber de antemano que no me caracterizo por dar muchas vueltas sino más bien, todo lo contrario, me interesa ir directamente al grano y así evitar susceptibilidades y confusiones. Es una cuestión de estilo, pero también de respeto. En casos como éste, tan delicados, la persona está esperando ansiosa una respuesta transparente, saber qué es lo que se ha decidido, que le comuniquen rápidamente el dictamen que clarifica, de una vez por todas, su estado de situación. Eso debería respetarse, sobre todo evitando tanto preámbulo innecesario ¿no lo cree usted?

lunes, 18 de julio de 2011

Consulta médica XVII

-Hola doctor, ¿cómo anda?
-Hola Beroldo, muy bien, ¿usted? Pase nomás
-Gracias, muy bien también
-Me alegro, eso quiere decir que ya no siente ese dolor en la boca
-Por suerte, no
-¿Y se puso a pensar a qué puede deberse el cambio? Le pregunto porque al final no necesitó ni ir al dentista ni que yo le recetara nada
-Es cierto. Y sí, estuve reflexionando al respecto
-Me encantaría escuchar su reflexión
-Por la metamorfosis
-¿La metamorfosis? Ay, Beroldo…
-No se adelante, doctor. No es su estilo
-No, no, prosiga, yo me callo
-Hablo de la metamorfosis de los problemas, también de las ideas
-¿Cómo es eso?
-Voy a ser concreta
-Su especialidad
-Gracias, doctor
-De nada, Beroldo
-Lo que quiero expresar es lo siguiente: una situación cualquiera, un comentario al pasar, un detalle insignificante pueden convertirse, quizás sin una lógica que podamos explicar de forma consciente, en el problema de nuestras vidas. Podemos llegar a sentir, en cuestión de segundos, que lo que nos aqueja es lo más grave hasta el momento y que cambia el curso de nuestras vidas tal y como la conocíamos hasta ahí
-¡Pero qué catastrófica, Beroldo!
-Sí, se la estoy exagerando un poco, en realidad. Pero es que así tiene más fuerza la idea
-La estoy entendiendo perfectamente, igual
-Bueno, esa imagen negra que le pinté, también puede ocurrir pero de manera inversa. El problema más grande del mundo, de un momento a otro, y casi sin proponérnoslo, puede pasar a ser un detalle, dilemas insignificantes que agregaremos a nuestra lista de anécdotas para contar
-Muy interesante lo que dice, querida. Eso me lleva a pensar que este lugar acompaña esa metamorfosis de la que habla. O por lo menos, eso intento
-Totalmente, doctor. Este consultorio, mejor dicho usted es una pieza importante dentro de ese proceso de cambio. Para mí, definitivamente lo es
-Hoy me va a hacer emocionar, Beroldo. Es terrible
-Es la realidad. Y las cosas se reconocen en vida, ¿no cree?
-No podría estar más de acuerdo. ¿Y qué me dice de las ideas?
-Lo mismo, doctor. A veces, esas ideas que creemos brillantes en un momento, se desvanecen de la noche a la mañana. Bastante frustrante se siente cuando eso nos ocurre
-Sí, lo es, pero al mismo tiempo, yo creo que es un signo de avance, de aprendizaje. Usted solita mencionó el concepto metamorfosis. Lo que se produce es un cambio, no una pérdida. Si rechazamos o desplazamos la idea original es porque ya hemos elaborado una más compleja, ¿no lo cree?
-Sí, es cierto. De hecho, me gusta pensarlo de esa manera. Hay menos riesgo de caer en la frustración
-¿Le digo algo curioso, Beroldo?
-Dígame, doctor
-Hoy siento que la consulta médica me la hizo usted a mí. Me siento muy bien en este momento y hoy, particularmente, no había tenido un buen día
-Me va a hacer sonrojar, doctor. Es un halago que me diga algo así
-Yo me tomo muy en serio mi profesión médica. No sabe cuánto he aprendido de mis pacientes en todos estos años.
-No lo dudo
-Entonces, querida, y luego de este momento de reflexión, ¿quiere contarme el motivo de la consulta de hoy?
-Creo que prefiero volver otro día. Pareceré una loca, pero siento que arruinaría el ambiente, contaminaría el clima
-Bueno, Beroldo, entiendo lo que dice, pero si se siente mal o algún dolor la aqueja, debe decírmelo. Al fin y al cabo, este no deja de ser un consultorio médico y yo, como su médico clínico de cabecera, tengo la responsabilidad de atenderla si necesita algo
-Sí, lo sé, pero no se preocupe, créame cuando le digo que puedo dejar la consulta para la próxima
-Bueno, pero si necesita algo, no dude en comunicarse conmigo a la brevedad, ¿estamos de acuerdo?
-Lo estamos, doctor. Muchas gracias
-Gracias a usted, querida. La acompaño a la puerta
-Hasta la próxima, doctor
-Hasta pronto, Beroldo

jueves, 7 de julio de 2011

Consulta médica XVI

-Hola doctor
-Hola Beroldo, pase por favor, ¿cómo está?
-Muy bien, gracias, ¿Y usted?
-¿Está segura? La noto demasiado seria
-Sí, estoy bien, lo que pasa es que estaba pensado en el asunto de mi consulta de hoy
-Ah, bueno, entonces vayamos a ella sin más demoras. La escucho
-La realidad es que mientras venía para acá, me puse a pensar si no debería haberme sacado un turno con el dentista. Quizás me equivoqué al recurrir a usted esta vez
-Cuénteme qué le pasa antes de sacar conclusiones adelantadas. No sea catastrófica, Beroldo. No es su estilo
-Sí, tiene razón. Es que no quiero molestarlo con cosas que quizás tenga que consultar con otro especialista
-¿Me va a decir qué le ocurre?
-Sí, perdón, doctor, no se enoje
-Usted sabe que no me enojo, querida
-Lo que me pasa es que, de vez en cuando, me duele la boca
-¿La boca? ¿Qué parte de la boca?
-Ninguna parte en especial, doctor. Toda la boca. No es un diente ni la encía, es toda la boca
-Pero qué cosa rara, y dígame, ¿puede distinguir en qué momentos le duele?
-No podría decirle con precisión. Eso es lo que venía pensando, de hecho
-¿Le duele cuando se levanta por la mañana? Quizás duerme muy tensa.
- Pero no me pasa exactamente a la mañana. Creo que me ocurre después de momentos de gran exposición. Sí, definitivamente, por ahí viene la causa, ahora que lo pienso
-¿A qué se refiere con momentos de gran exposición?
-Cuando tengo que hablar para otras personas que me están mirando. Por ejemplo, en una clase ante un profesor, en una asamblea. El otro día fui a la reunión de consorcio de mi edificio. Ese fue otro momento de exposición
-¿Qué quiere decir con eso? ¿Acaso tiene problemas para expresarse en público?
- No, la verdad es que no. A veces me pongo un poco nerviosa pero no es algo que no pueda controlar o que no me permita hacer lo que tengo que hacer
-Y entonces, ¿por qué relaciona su dolor con esos momentos? Por lo que me cuenta, no se tensiona demasiado, y este dolor que usted tiene, yo lo relaciono con algún tipo de tensión
-Pero entonces usted está descartando que sea un dolor reflejo de otra cosa, de algo físico
-No, querida, yo hasta ahora no dije nada con respecto a eso. Simplemente estoy pensando en base a lo que usted me cuenta. Me dijo que relacionaba su dolor a los momentos de exposición, por eso yo no nombré otros posibles motivos.
-Tiene usted razón.
-¿Está pensando que en realidad es otra cosa? ¿Quiere que hagamos un chequeo médico general? Análisis de sangre y orina, radiografías, electrocardiograma…¿quiere comenzar ahora? Pase a la camilla, por favor
-No, pare doctor. Qué raro que justo usted me incentive a hacerme todos esos estudios “por las dudas”.
-Pero Beroldo, no me maree. ¿No me quiso hacer notar que yo no estaba teniendo en cuenta que su dolor puede ser síntoma reflejo de otra cuestión mayor? Por eso, le estoy proponiendo que lo estudiemos
-Sí, yo le dije eso. Pero no, creo que no es lo que necesito
-¿Me deja hacerle una pregunta?
-Por supuesto, doctor
-En esos momentos “de exposición”, como usted los llamó. ¿Usted dice todo lo que quiere decir, todo lo que piensa?
-En general, sí. Bueno, a veces, debo confesar, me trabo un poco
-¿Se traba al hablar?
-Sí, a veces me ocurre que tengo muchas cosas que quisiera decir pero no quiero bombardear al otro, entonces, hago una selección mental de lo más importante
-¿Y qué hace con las palabras que descarta por “menos importantes”?
-Las mastico
-¿Las mastica? Qué interesante, es decir, después de una charla, usted se queda masticando las palabras que no pudo pronunciar
-Sí…¿usted piensa que mi dolor tendrá que ver con eso?
-¿Qué piensa usted, querida?
-Que la consulta me ha dejado mucho para pensar.
-Creo lo mismo, Beroldo
-Hasta la próxima, doctor. Muchísimas gracias.
-Un momento, querida ¿está segura de que no quiere realizarse el chequeo médico?
-Muy gracioso, doctor. Usted sí que se divierte conmigo
-¿Qué le voy a decir? Tiene usted razón, mi querida
-Adiós, doctor, hasta pronto
-La espero pronto, adiós

martes, 21 de junio de 2011

Consulta médica XV

-Hola Beroldo, adelante, pase nomás.
-Hola doctor, ¿cómo le va?
-Muy bien, querida, ¿y usted?
-Corta de espacio
-¿Corta de espacio?
-Sí, llegué a la conclusión de que mi problema no es que estoy corta de tiempo sino de espacio.
- ¿Pero a qué se refiere, exactamente? ¿su casa es chica? ¿necesita más privacidad?
-No, doctor, no tiene nada que ver mi casa
-Pero no la entiendo, Beroldo. ¿no está hablando usted del espacio? ¿a qué espacio se refiere, si es tan amable de explicarme?
-No se impaciente, doctor. Espéreme, usted bien sabe que me lleva tiempo ordenar mis ideas y explicarlas claramente.
-No, está bien, piense tranquila
-El otro día hablábamos sobre las ideas que quedan en borrador, sobre la preocupación que eso me trae.
-Sí, recuerdo perfectamente. ¿Y el espacio tiene que ver con eso?
-Sí, creo que tal vez viene por ahí la cosa.
-¿Qué cosa?
-Quizás las ideas pasan al borrador por falta de espacio
-Ah, entonces no me está hablando de un espacio físico
-No, por supuesto que no, doctor
-Bueno, Beroldo, me lo dice como si fuera algo obvio. No se ofenda, pero a veces no consigo seguir tan fácilmente el hilo de sus pensamientos. Quisiera, pero no lo logro.
-No me ofendo, doctor. A veces, ni yo me entiendo
-Bueno, no exagere, era un comentario nomás. Entonces, me dijo que el problema radica en que las ideas no encuentran espacio
-Exactamente. Están a los codazos, se oponen unas a otras, se pisan, tratan de negociar cada milímetro. Muy de vez en cuando algunas se complementan, pero en general discuten un tiempo hasta que varias dan un paso al costado. Esas son las que pasan al borrador y se quedan ahí
-Pero qué interesante manera de analizar la situación
-¿A qué se refiere, doctor?
-A que se está refiriendo, nada más y nada menos, que a las contradicciones, Beroldo. A esas contradicciones internas que absolutamente todos tenemos.
-No lo había pensado de esa manera tan…
-¿Simplista?
-Sí, simplista podría ser. Bueno, no, en realidad, lo que hizo al resumir mi planteo problemático en un par de términos es darme un consuelo, quizás
-¿Un consuelo? Bueno, digamos que estoy acá para aliviar las aflicciones de los pacientes, pero no sé si usaría la palabra consuelo
-¿Y cuál usaría?
-¿Atención, cuidado, interés, reflexión, recomendación?
-Pero por supuesto que todos esos conceptos le sientan perfectamente. Lo que pasa es que cuando usted me habló de las contradicciones internas que todos tenemos, se me vino a la mente el refrán mal de muchos, consuelo de tontos. No me gusta ese refrán
-Ay, Beroldo, tengo que tener un cuidado para expresarme con usted... Tampoco creo que porque todos sufrimos contradicciones, eso deba ser suficiente consuelo como para dejar de preocuparse
-Ya lo sé, doctor, no se preocupe, usted se explicó perfectamente
-Querida, hago un trabajo mental para hablar con usted, que ni se imagina. Igual me viene muy bien como ejercicio. Elegir meticulosamente cada concepto a usar no es algo que haga todo el tiempo
-Por suerte, doctor
-Sí, la verdad… me hace reír, Beroldo. Es terrible
-Gracias, usted también
-¿Yo también soy terrible?
-Usted también me divierte, doctor. Al final, sí que es terrible
-Bueno, creo hay varias cosas para pensar, ¿no cree? ¿cómo se siente?
-Sí, estoy de acuerdo. Fue un buen debate. Aunque no lo crea, me hizo bien el hecho de que me haya corrido del centro
-¿Yo la corrí del centro?
-Sí, de alguna manera, sí. Al mostrarme que no soy la única que tiene problemas con el espacio
-¿Pero acaso no estaba en desacuerdo con ese refrán?
-Sí, lo sigo estando, pero no voy a ser necia y negarle que igual no me siento un poco mejor
-Interesante... la acompaño a la puerta
-Hasta pronto, doctor. Gracias por todo
-Hasta pronto, querida Beroldo. Es un gran placer

sábado, 11 de junio de 2011

Consulta médica XIV

-Adelante, Beroldo, pase por favor
-Hola doctor
-Me alegra finalmente verla. ¿Cómo se siente hoy?
-Muy bien, doctor, gracias
-¿No volvió a tener problemas para dormir?
-Por suerte, no. Es decir, a veces me cuesta conciliar el sueño pero no me ocurre siempre
-Bueno, téngame al día con eso. Si es necesario, llámame por teléfono. Usted sabe que a mí no me molesta, ¿verdad?
-Sí, lo sé. Y se lo agradezco infinitamente
- Igual, si me lo permite, quisiera hacerle una pregunta con respecto al tema
-¿A qué tema?
-¿De qué venimos hablando, querida?
-De mi problema para conciliar el sueño
-Exactamente
-Pregunte
-Evidentemente, cuando usted se acuesta, no logra relajarse fácilmente y por eso le cuesta dormirse. ¿En qué cosas piensa?
-Uh, no sabría especificarle
-No importa, Beroldo, no quiero que me cuente detalles, simplemente quisiera saber en qué tipo de cosas se queda pensando. ¿En lo que hizo durante el día, en lo que tiene que hacer al día siguiente, en algún episodio específico, en algo que la aqueja? ¿En qué?
-Siento que me está haciendo un interrogatorio, doctor
-No, no lo tome así. Discúlpeme, querida. Quise ser claro pero creo que la atosigué
-No se preocupe, fue claro. ¿Qué puedo decirle? Hay un poco de todo eso que mencionó. Pero acaso, ¿eso no es común? ¿usted no hace una especie de “balance” del día o de la semana cuando se va a dormir?
-Sí, claro que es común. Todos reflexionamos un poco sobre nuestro día, pero en algún momento es necesario desconectarse y así poder descansar. Y percibo que a usted le está costando justamente poder hacer eso
-Sí, tiene razón, doctor. Y ahora que me hace pensarlo, creo saber por qué me ocurre esto.
-¿Quiere decirme lo que piensa?
-Creo que me agarra miedo
-¿Miedo? No entiendo, ¿miedo a qué?
-Sí, es eso doctor. Es como si tratara de aferrarme el mayor tiempo posible
-¿Aferrarse a qué?
- Cuanto más tardo en dormirme, más dominio tengo
-Beroldo, no entiendo nada de lo que está hablando. ¿Me lo explica mejor?
-Sí, disculpe doctor. Es que ahora, en este momento, con esta charla me acabo de dar cuenta de qué es lo que me anda pasando y no tuve tiempo de ordenar las ideas
-Me hace reír, querida. Espero, entonces
-…
-¿Ya ordenó el discurso, puede expresarlo claramente?
-Sé que me está cargando, doctor. Pero sí, ahora estoy más ordenada
-La escucho
-Me acabo de dar cuenta de que mi problema radica en que, por las noches, pienso en todos los proyectos, en los planes que quiero llevar a cabo. Sí, es en lo que más pienso. En mis ideas
-¿En qué ideas?
-De todo tipo, ideas que se me ocurren durante el día y que a la noche retomo.
-Hasta acá no logro dilucidar el problema. Me parece muy bien el hecho de pensar en cómo llevar a cabo las ideas
-Justamente ahí radica mi problema. O mejor dicho, mi miedo
-Otra vez, ¿miedo a qué?
-A que esas ideas queden para siempre en borrador
-¿En borrador? Qué interesante forma de expresarlo
-Sí, en borrador. Creo que hay pensamientos, ideas y especialmente decisiones que, por algún motivo, quedan eternamente en nuestra sección “borrador” de la mente
-Creo que ahora sí la entiendo. Cuanto más tiempo se queda despierta pensando en esas ideas y decisiones que quisiera tomar, menos posibilidad de que queden en la nada. O como bien lo expresa usted, menos posibilidad de que pasen a ser un borrador que jamás se retomará
-Eso mismo. Por eso hablaba antes del dominio. Siento que si mantengo esas ideas ahí, como en la “superficie” de la mente, no van a pasar al borrador
-Muy pero muy interesante lo que analizó, Beroldo. Creo que hoy hemos avanzado suficiente. Ahora puedo decirle que, definitivamente, lo que usted necesita no son pastillas para dormir. La cuestión no pasa por ahí
-Totalmente de acuerdo, doctor. Y me alegra no necesitarlas
-Si le parece, la próxima continuamos el tema.
-Me parece muy bien
-Eso sí, no se lo “olvide”. No me lo mande al borrador.
-Muy gracioso, doctor
-Hasta la próxima, querida
-Hasta la próxima, doctor

jueves, 2 de junio de 2011

Consulta médica XIII

-¿Hola?
-Uh, metí la pata
-¿Es usted, Beroldo? ¿Cómo que metió la pata? ¿Está bien, necesita algo?
- No, disculpe doctor. Me equivoqué al marcar el número. Tengo una laguna en la mente o se me salió un tornillo
-Más bien veo que está en las nubes, ¿tendrá cabeza de novia?
-¿Me está tomando el pelo? En serio, más que en las nubes, estoy en la luna y no doy pie con bola
-Pero pare el carro y no se me ahogue en un vaso de agua, querida. ¿Necesita que le de una mano?
-No, no se preocupe. La realidad es que pasé una noche de perros, no pegué un ojo y ahora estoy hecha puré
-¿Pero qué hizo? ¿salió a romper la noche?
- No me tome para el lado de los tomates, doctor.
- La estoy cargando, Beroldo. Hoy tiene pocas pulgas. Usted bien sabe que estoy hecho de buena madera
-Sí, no me haga caso. Hoy salto como leche hervida. Tome con pinzas todo lo que le dije. Necesito dormir a pata suelta
-Sí, es probable que esté pasada de rosca
-Sí, estoy por el suelo y hago todo en cámara lenta
-Bueno, aunque vaya a paso de tortuga, hágame caso y vaya a descansar. Va a caer fusilada
-La verdad es que sí, estoy planchada
-Y además, la noto de capa caída, ¿puede ser?
- No, no le de vueltas al asunto. Le aseguro que mi problema es que estoy de cama
-Entonces, si está sin cuerda, no sea papafrita y acuéstese ya.
-Sí, le pongo punto final al asunto
-Perfecto, querida Beroldo. Que descanse. La espero pronto así me cuenta qué le pasó.
-Gracias doctor, y disculpe este papelón. No me da la cara.
-No se haga rollo, ¿quiere?
-Sí, mejor paro la máquina. Hasta pronto, doctor. Gracias nuevamente
-De nada, mi querida. Cuídese

lunes, 30 de mayo de 2011

Consulta médica XII

-Buenas tardes, querida Beroldo
-Buenas tardes, doctor
-La noto muy seria, ¿le pasó algo?
-No, nada, estaba pensando en la razón de mi consulta
-Ah, muy bien, entonces vayamos a ella. La escucho
-Hay algo que me tiene un tanto preocupada y es que últimamente ando muy olvidadiza.
-¿Cree que está perdiendo la memoria?
-Bueno, justamente no quise decir que estoy perdiendo la memoria porque puede sonar más grave de lo que es. Olvidadiza me pareció un término más adecuado.
- Término preciso, qué importante es usar el término preciso. Esto, Beroldo, es algo que aprendí con usted y que estoy llevando a la práctica con todos mis pacientes. Bueno, volvamos a lo suyo.
- Sí, le explicaba que hace varias semanas que, de vez en cuando, tengo unos episodios que me llaman la atención. Por eso vine. Quiero saber si es normal que me pase.
-¿Qué episodios tiene? A ver, expláyese.
-Le cuento un par de situaciones concretas.
-La escucho.
-Dos o tres veces me pasó de no acordarme de si previamente me había lavado los dientes o no. A ver, doctor, el cuidado de mis dientes no es un gran problema. Me los vuelvo a lavar por las dudas y listo. Pero claramente, ese no es punto.
-No, claramente. ¿Qué más?
-La semana pasada no sólo olvidé que tenía un turno con el dentista sino que tampoco recuerdo dónde guardé la radiografía de la muela que pidió que me sacara.
-A ver, Beroldo, creo que…
-No, espere que tengo un episodio más.
-Ah, perdón, la escucho. Es que me había dicho que tenía un par de situaciones.
-Pero doctor, no tome todo al pie de la letra. Esto es una conversación. Yo, su interlocutora, necesito explayarme más para poder transmitirle lo que quiero y usted debe inferir, justamente, que mi intención como hablante preocupada es ejemplificarle diferentes situaciones para sentir que me entendió.
-No se ofenda así, mi querida Beroldo. Mi interrupción fue sin intención de faltarle el respeto. Prometo ser más cuidadoso.
-No es nada doctor. Perdóneme usted a mí.
-Entonces, cuénteme el último episodio.
-El más reciente y el que más me preocupa. Hace unos días dediqué toda la tarde a hacer un trabajo que debía entregarle a un profesor. Cuando terminé, luego de varias horas de no hacer nada más que escribir, fui a la cocina a prepararme algo de comer. No pude hacerlo, doctor. Me agarró tal laguna mental que no supe cocinar. Realmente, no podía coordinar los pasos a seguir para hacer nada. Tuve que pedir comida por teléfono. ¿Se da cuenta de lo que le digo? Tenía la mente en blanco. Eso sí que me inquietó.
-Discúlpeme que me sonría. ¿Saber qué es lo que tiene usted?
-No me diga estrés. Es demasiado previsible.
-Lamento desilusionarla pero eso iba a decirle.
-Qué pena.
-Hay períodos en los que muchos andamos con lo que se llama “sobrecarga intelectual”. Un exceso de trabajo intelectual puede conllevar a tener lagunas en la memoria. Ese exceso, sumado al desgaste físico, a las emociones fuertes, determina que el cerebro no mande toda la información a los centros de la memoria.
-Bien, es lo que me parecía. Lo que usted hizo fue explicármelo de manera clara y precisa.
-Y le agrego una cosa más. La comida también influye. Una alimentación deficiente puede ser responsable de anomalías en la memoria.
-Entiendo. Deberé tener en cuenta esto también.
-No se preocupe, Beroldo. Trate, eso sí, de dejarse un huequito para el ocio. Y coma mejor. Y sea más ordenada con sus estudios médicos.
-Noto que está disfrutando de esta consulta, doctor. No puede parar de sonreír.
-No sea mala, Beroldo. Sólo disfruto de poder ayudarla con su afección.
-Lo sé, doctor, lo estaba cargando. Le agradezco mucho esta consulta. Un tanto extraña, pero útil, muy útil.
-¿Extraña la consulta?
- Sí, ¿a usted no le parece?
-La verdad que no. Pero ahora me deja pensando.
-Hoy estoy terrible, doctor. No me haga caso. Debe ser el famoso estrés que me hace comportarme así.
-¿Así cómo?
-Como una niña inquieta que se aburre y no quiere seguir los consejos médicos.
-Sí que me hizo reír hoy, Beroldo. Pórtese bien y cuídese mucho. La espero pronto.
-Sí, muchas gracias. Hasta la próxima, doctor.
-Adiós, querida.

domingo, 22 de mayo de 2011

Consulta médica XI

- Adelante, querida Beroldo
- Hola doctor
- Teníamos algo pendiente, ¿verdad?
- Sí, lo que no pude explicarle la consulta anterior.
- El tema de su excesiva capacidad de síntesis.
- Exactamente. ¿Usted piensa que es un problema que debería tratar?
- Y no sé, querida, ¿usted lo considera un problema? ¿tiene, acaso, alguna consecuencia física? Exactamente, ¿de qué estamos hablando?
- Es que no tengo las cosas muy claras. Me gustaría encontrar alguna definición precisa que me ayudara a explicarle qué es lo que me pasa.
- A ver, déjeme pensar si encuentro yo un diagnóstico que la oriente. Observo lo siguiente: está acá por una consulta determinada y en vez de explayarse y explicarme de diferentes formas qué es lo que le está pasando, necesita encontrar una única definición que abarque con precisión lo que quiere transmitir.
- Yo no podría haberlo explicado mejor, doctor.
- Puedo arriesgar, entonces, que sufre de lo que clínicamente se conoce como “déficit tautológico” o “insuficiencia de Perogrullo”.
- Ah, pero mire usted qué curioso. Yo asociaba el término perogrullada a Quevedo, jamás se me hubiese ocurrido como término médico.
- Me extraña, Beroldo, ¿acaso no es usted la que afirma que la literatura está en todos lados?
- Me deja sin palabras, doctor. Tiene toda la razón.
- Volvamos a su situación, ¿qué puede decirme de estos diagnósticos que le dí? ¿Se ve reflejada en ellos?
- No sé, me hace dudar.
- ¿Qué es lo que la hace dudar?
- Que me haya diagnosticado así de rápido.
- ¿Pero acaso no vino en busca de eso?
- Sí, creo que sí. Lo que pasa es que también dudo de que esto sea realmente un problema para mí. Es decir, si yo quiero, puedo llegar a repetir una misma idea a través de distintas expresiones o puedo apelar a lo redundante para enfatizar un concepto.
- Bueno, entonces, quizás fui yo el que se adelantó al diagnosticar.
- Sí, creo que sí. Igualmente pienso que me lo hizo a propósito.
- No la entiendo, ¿qué cosa le hice a propósito?
- Dejémoslo acá, doctor. Nos pondríamos a hablar sobre su psicología inversa y no es lo que realmente interesa.
- Totalmente de acuerdo. Además, la psicología nunca fue mi fuerte.
- Su humor es muy particular, doctor.
- No sé exactamente a qué viene ese comentario pero gracias, querida.
- Lo veo la próxima. Muchas gracias como siempre.
- Usted bien sabe que es un placer. Hasta pronto, Beroldo.
- Adiós, doctor.

domingo, 15 de mayo de 2011

Consulta médica X

- Buenas tardes, Beroldo
- Buenas tardes, doctor… Increíble, cada vez que vengo, me pasa exactamente lo mismo.
- ¿Qué le pasa?
- Dudo de si debo darle la mano o darle un beso.
- Pero querida, hace un tiempo que ya nos damos un beso. ¿Acaso eso la incomoda?
- No, por favor, doctor, para nada. Dejémoslo ahí. Son pavadas mías
- Pero me interesa saber qué es lo que le ocurre con eso. ¿Todavía siente que deberíamos saludarnos con un apretón de manos?
- Me pasa algo bastante contradictorio, y debo confesarle que no me pasa sólo con usted.
- A ver, la escucho.
- Nosotros ya hemos construido un cierto “vínculo”, por así decirlo.
- Sí, por supuesto. Es a lo que aspiro con todos mis pacientes. Cuanta más comodidad, mejor resulta la consulta. ¿No le parece? Igual, es cierto que no es posible tener el mismo grado de confianza con todos.
- No, lógicamente. Pero, por supuesto, me parece, como usted bien dice, que es necesario tratar de generar una cierta seguridad entre las dos partes, es decir, entre el médico y el paciente.
- Exactamente, Beroldo. Y por eso, me desconcierta que se sienta incómoda conmigo.
- No, doctor, no me malinterprete. No me siento para nada incómoda con usted.
- Me alegro de escuchar eso, pero entonces, ¿qué es exactamente lo que le pasa?
- Como le dije al principio, no es algo que me pase con usted específicamente, sino que me ocurre en diversas situaciones con diferentes personas. ¿Ha escuchado hablar del espacio personal?
- Sí, la distancia que dejamos entre la otra persona con la que estamos interactuando.
- Precisamente eso. Como bien sabe, ese espacio que dejamos, que respetamos, nos permite una interacción más cómoda, más agradable… Bueno, por supuesto, estamos hablando de algo cultural, y de cada persona en particular también.
- Sí, por supuesto. Y entonces, qué me quiere decir, Beroldo. ¿Siente que acá no se respeta ese espacio?
- No, para nada, doctor. No me estoy haciendo entender bien. Lo que quiero decirle es que es una cuestión mía, personal, un problema que yo tengo para delimitar las distancias zonales. Por ejemplo, mi duda de si le doy un beso o no, es justamente porque a veces siento que estoy invadiendo su espacio personal, que no me estoy adecuando en función a las circunstancias.
- ¿Pero acaso alguna vez me ha notado incómodo por habernos besado? O le doy vuelta la inquietud: ¿acaso siente que soy yo es que estoy invadiendo su espacio personal?
- Doctor, siento que lo ofendí.
- No, querida, para nada, ¿por qué habría de ofenderme? Sí me interesa saber si alguna vez se ha sentido incómoda en el consultorio. De ser así, haríamos los cambios necesarios para revertir esa situación. No son buenos los ambientes tensos para llevar adelante las consultas médicas.
- A ver, voy a tratar de ser bien clara, cosa que evidentemente hasta ahora no logré ser: usted no me pone incómoda, usted no ha invadido ningún espacio, en nuestros encuentros me siento más que cómoda, segura y satisfecha.
- Eso es lo que me parece a mí también.
- Justamente porque me siento tan cómoda es que a veces dudo de estar sobrepasándome, es decir, tengo miedo de desubicarme, de romper el vínculo médico-paciente. ¿Me entiende?
- La entiendo. Permítame decirle algo, mi querida Beroldo.
- Adelante, doctor. Lo que quiera.
- La relación médico- paciente, como usted la llama, se construye justamente entre las dos partes. Yo considero necesario que esta relación se fortalezca porque justamente eso forma parte del tratamiento. Sea cual sea el motivo de la consulta. Y déjeme decirle algo más, si usted se “sobrepasara” y no respetara el espacio del otro –acá o en cualquier otro lugar- seguramente sería debidamente informada o le darían claras señales de que lo que está haciendo molesta.
- Sí, seguramente.
- Sí, es así y acá, creo yo, jamás recibió queja alguna.
- No, para nada. Discúlpeme, doctor. Siento nuevamente que lo ofendí. Me habla como molesto.
- Para nada, Beroldo. Sólo quiero dejar en claro que acá tiene usted la libertad de hablar de lo que quiera, de actuar como le salga. Creo que siempre ha estado tácitamente claro que no nos dejamos llevar tanto por las “convenciones sociales”, por llamarlo de alguna forma.
- Totalmente, doctor. Ahora me siento un tonta por haber iniciado esto.
- Todo lo contrario. Me parece que hemos tenido una conversación muy útil que nos servirá para las futuras consultas. Por otro lado, aún no hablamos acerca del “verdadero” motivo de este encuentro.
- Es cierto, curiosamente venía a plantearle que siento que tengo una excesiva capacidad de síntesis y, a veces, reducir a términos tan precisos lo que quiero explicar, justamente logra que el otro necesite de la repetición para lograr entenderme. No sé si eso lo ve reflejado en nuestras consultas. Tampoco estoy segura de que realmente sea un problema a resolver. En fin, ya estoy un poco mareada.
- Interesante, Beroldo. Necesito un momento para pensarlo pero vamos a hacer una cosa. El siguiente encuentro lo tratamos. ¿Le parece? ¿Está en condiciones de que la deje ir?
- Totalmente. Hoy tuvimos un debate intenso y también necesito procesarlo para pasar al “verdadero” tema de la consulta.
- Esta fue una consulta sumamente interesante, Beroldo. Le aseguro que me quedo con muchas cosas para analizar. Ahora, por lo pronto, la acompaño hasta la puerta y con un beso, la despido hasta la próxima.
- Muy bien, doctor. Hasta la próxima.
-Adiós, Beroldo.

Consulta médica IX

-¡Beroldo! ¿Qué le pasó en la cara?
-Hola, doctor.
-Perdón, hola, querida. Es que me tomó por sorpresa. Ya me parecía que algo no andaba bien cuando me informaron de este sobreturno.
-Sí, disculpe doctor, pero como puede observar, necesitaba venir con urgencia.
-Sí, claro. Y no pida disculpas. Siéntese y cuénteme qué le pasó. Tiene la cara muy colorada.
-Ni me hable, es terrible lo que tengo. Por favor, recéteme algo. Esta vez creo que sí necesito tomar algo.
-A ver, cálmese, querida. Vamos, que no es su estilo desesperarse así.
-Es cierto…¿pero usted me vio?
-¿Me cuenta qué le pasó, Beroldo?
-La realidad es que tuve unos días de mucha inspiración, pero lo curioso es que esa inspiración en ningún momento estuvo centrada en mis cosas sino en otras personas.
-¿Cómo sería eso?
- Sí, estuve…¿cómo podría definírselo?...estuve hecha una terrible cocorita.
- Me hace reír, Beroldo. Y dígame, ¿por qué estuvo hecha una “cocorita”?, como usted misma se endilgó.
-Me la pasé sugiriéndoles a otros un montón de ideas sobre cómo hacer sus trabajos. Así como se lo digo. A mi hermano, le afirmé que esa pieza que está sacando en el piano, no pega con su perfil y le sugerí otra. Le dije a un profesor que su bibliografía era demasiado aburrida. Estoy convencida de que si el escritor Levrero viviera, debería escribir sobre su relación con las nuevas computadoras. ¿Entiende lo que estoy diciendo?
- Sí, claro, que está llena de ideas pero ninguna es para usted.
-Bueno, sí, pero mi pregunta no iba a eso. ¿No se da cuenta, acaso, de que me puse en una posición soberbia, impertinente? Tengo mucha vergüenza, doctor.
-No lo creo. Más bien pienso que encontró la excusa perfecta para evadirse.
-¿Evadirme de qué?
-¿Le respondo, Beroldo?
-Qué picante que está hoy, doctor. Pero no, no me responda. Lo entiendo perfectamente.
-Querida Beroldo, estoy segurísimo de que usted tiene pilas y pilas de ideas que sacar de ese cajón donde las guardó.
- Eso es cierto, pero a veces siento que acumulo, acumulo pero no uso nada. ¿Estarán arrugadas, ya?
-¿Acaso le gusta todo llano, lisito, lineal, plano, recto…continúo?
- No, deje de bombardearme con sinónimos. No sé de dónde sacó esa manía.
-¿Usted no sabe que soy un viejo mañoso?
-Me rindo, doctor. Hoy está demasiado rápido para mí.
-Voy a tomar eso como un cumplido.
-Creo que ya obtuve lo que necesitaba.
-¿Cómo, no le receto nada, entonces?
-No, doctor, bien sabe que no lo necesito.
-La acompaño a la puerta.
-Hasta pronto, doctor.
-Hasta pronto, Beroldo.
-Ah, una cosa más.
-Sí, querida, ¿qué pasa?
-Muchas, muchas gracias.
-Un placer, Beroldo, un placer.

domingo, 1 de mayo de 2011

Buenas costumbres

-Pero qué grata sorpresa. Realmente lo es verla por aquí tan pronto.
-Hola doctor, sí esta vez volví rápido. ¿Cuándo nos vimos? ¿Hace una semana, nomás?
-No interesa, querida Beroldo. Por algo tengo el placer de recibirla hoy y eso es lo que importa. La escucho.
-Tuve una semana realmente extraña.
-¿En qué sentido?
-Ahí está la cuestión. La sentí extraña pero no puedo dilucidar el motivo. Eso es lo que me tiene muy inquieta y por eso vine tan pronto. Toda la semana estuve con dolor de estómago.
-A ver, cuénteme un poco sobre esta semana.
-La realidad es que no sé exactamente qué contarle.
-Hable nomás, Beroldo. Vamos, que si hay algo que a usted le sobra, son las explicaciones.
-Gracias doctor, voy tomar eso como un cumplido.
-Esa fue la intención.
-¿Qué piensa usted de la cama bien hecha, de los vasos todos iguales, de las toallas planchadas, de la hora exacta para comer?
-¿Qué pienso de qué?
-Simplemente de eso. Quiero saber qué piensa usted cuando le nombro estas costumbres.
-Eso justamente querida, que son costumbres que cada cual adopta para vivir más o menos ordenadamente.
-¿Y eso le parece que tiene para usted una carga de importancia especial?
-Bueno, depende. Algunas cosas más que otras. Mi señora y yo cenamos todos los días a la misma hora. ¿Acaso encuentra esto algo molesto para usted? ¿Por ahí viene su incomodidad?
-No exactamente. No me resulta molesto pero sí me he sorprendido de mí misma al pensar en que debería renovar los cubiertos y platos para tener todos de un mismo juego. Por alguna razón, eso me asustó.
-Pero Beroldo, ¿no le parece un poco exagerada su reacción? Intuyo que lo que le pasó no debe venir por unos simples cubiertos. ¿Me equivoco?
-A ver, mi angustia no fue por los cubiertos en sí, sino por el tipo de pensamientos que vengo teniendo. Tengo que ser más ordenada, tengo que planchar más seguido, esos zapatos están fuera de lugar.
-Lo que usted tiene, mi querida, es miedo a volverse una mañosa. Si me permite la expresión, yo soy un viejo bastante mañoso, debo confesarle.
-Todos tenemos nuestras mañas, pero, sí es cierto, creo que no estoy preparada para aceptar algunas nuevas que me han aparecido.
-No se preocupe, Beroldo. Si no le convencen, las puede modificar. Todavía es joven y está a tiempo de arrancarlas de raíz. Es evidente que aún están verdes.
-Pero qué metafórico está hoy, doctor.
-Debe ser su presencia. Y usted, debo decir, anda un tanto pesimista.
-No se preocupe, ya estoy comenzando a sentirme mejor. Casi ni me duele el estómago ya.
-Pero qué maravilla la rapidez. Lo que me deja preocupado ahora es no entender en qué momento de la consulta se empezó a sentir mejor. Debo confesarle que no sé si yo he alcanzado a hacer algo o simplemente usted misma logró calmarse.
-Siempre me es de gran ayuda, doctor. Por algo es mi médico de cabecera.
-¿Y me va a decir qué la hizo sentirse mejor?
-Concluir que es posible que llegue a ser una vieja con costumbres algo extrañas, caprichosas, volátiles y hasta quizás poco adecuadas.
-Si es lo que pretende, es muy probable que lo logre. De esa forma, no dará lugar a preocuparse fija y obsesivamente por las mismas cosas.
-Exactamente. Eso es lo que me carcomía la panza. Eso es lo que no quiero.
-Perfecto, Beroldo. Veo que no necesita la receta del Sertal.
-No, doctor. No la necesito
-Qué tema que trajo hoy…creo que no me había puesto a pensar en todas las manías que he ganado con el correr de los años y que jamás me detuve a analizar.
-No se preocupe doctor, le aseguro que no parece para nada obsesivo.
-¿Ahora me toma el pelo, Beroldo?
-No, por favor. No quise pasarme de la raya.
-La estoy cargando, querida. Muy ciertas suelen ser sus observaciones.
-Gracias doctor, al final siempre logra despedirme sin recetarme nada. Cada día estoy más satisfecha.
-Le aseguro que gran parte del trabajo lo hace usted sola.
-Gracias.
-Bueno, creo que nos hemos tirado suficientes flores por hoy.
-Sí, la verdad es que ya estoy en condiciones de marcharme.
-Que tenga una excelente semana, Beroldo.
-Usted también.
-Vuelva pronto pero, sin que se ofenda, tíreme el chicle antes de entrar. No tolero el ruido del mascado.
-No diga más. Así lo haré.
-Gracias por la comprensión, querida. Hasta luego.
-Faltaba más. Le aseguro que de todo saco interesantes análisis…
-Ahora me deja con la incertidumbre.
-Hasta pronto, doctor.
-Adiós, mi terrible Beroldo.

domingo, 24 de abril de 2011

¿Debilidades?

-Buenos días, querida Beroldo. Me alegra finalmente verla personalmente. Pase, por favor.
-Hola doctor, gracias. Veo que remodeló el consultorio.
- Sí, algo así, reestructuré el espacio.
- Más bien observo que lo reformó.
- ¿Acaso encuentra alguna diferencia con el término reestructurar?
- No tiene tanta importancia, doctor. Es sólo una apreciación lingüística.
- Pero usted sabe que a mí me interesa mucho escuchar sus apreciaciones. ¿Por qué debería decir reformar y no reestructurar? ¿Acaso no son sinónimos?
- Los sinónimos son una reducción semántica práctica. Superficialmente pueden ser identificadas como iguales, pero todas las palabras tienen algún matiz de significado diferenciador.
- Interesante…
-Usted reformó el consultorio, justamente porque lo cambió con el supuesto fin de mejorarlo. En este caso, con el fin de aprovechar mejor el espacio. Creo yo que este término trae consigo la idea de mejoramiento. El concepto de reestructuración es un tanto más complejo, necesita una aclaración para dar por sentado si es positiva o negativa. En fin, ¿cómo llegué hasta acá? Le pido perdón, doctor. Últimamente, me la paso dando definiciones que posiblemente estén erradas, pero por algún motivo las doy igual
- Qué manía tiene de pedir perdón, ¿acaso no le pedí yo que me explicara lo que piensa?
- Sí, me lo pidió. Y de hecho debo decirle que esta charla que parece tan fuera de contexto, nuevamente me ha ayudado con el problema por el cual originalmente venía a verlo
-¿No me diga? Qué feliz coincidencia.
-¿Escuchó hablar de “debilidades colectivistas”?
- Me parece haber leído ese concepto en algún lado. ¿Por qué lo pregunta?
- Porque por una de esas palabras pasaba el eje de mi problema.
-Déjeme adivinar. ¿Serán las debilidades?
-Exactamente.
-¿Y cómo es que “pasaba” y ya no “pasa”? ¿Acaso ya no hay nada que la aqueje?
- Algo así. Yo venía muy segura a plantearle que sufro de debilidades colectivistas. A ver si me entiende, si lo pienso y lo planteo en términos de debilidad, no puedo más que asegurar que de algo estoy sufriendo.
- A ver si la interpreto correctamente, Beroldo. ¿Usted quiere decirme que algo la estaba aquejando solamente porque las palabras seleccionadas para definir a ese algo tienen una connotación negativa?
-Eso mismo, doctor. Pero ahora que lo analizo, podría tranquilamente cambiar el término debilidades por…¿cualidades, tal vez?
- Y de esta forma, entonces, ya no sería una afección que la aqueja.
-Nuevamente, está en lo cierto.
- Y dígame, ¿qué la llevó a hacer ese análisis?
- Nuestra conversación del principio. Cada palabra que uno elige utilizar tiene un reflejo interior, definitivamente, refleja nuestra manera de pensar, nuestra intención, nuestro humor, etc.
- Y usted se dejó llevar por las palabras que usó otra persona y somatizó.
-No podría explicarlo mejor.
-Y dígame, ¿quién le dijo semejante cosa?
-No importa quién fue. Más me interesa refrescar lo que un tal Carlitos diría del colectivismo. Después de todo, cómo olvidar que él plantea que la esencia del hombre es colectiva.
- Bueno, la noto más tranquila ahora. Como si tuviera las ideas más claras. ¿Me equivoco?
- No, doctor. Estoy más que satisfecha hoy. Le agradezco infinitamente.
- No me agradezca y vuelva en breve.
-Hasta pronto, doctor.
-Hasta pronto, querida Beroldo.

martes, 29 de marzo de 2011

Mente en blanco

- ¿Hola?
- Hola, con la señorita Beroldo, por favor.
- Ella habla…¿Es usted, doctor?
- Hola, querida. Sí, soy yo.
- Qué sorpresa su llamado.
- Hace tiempo que la espero en mi consultorio. Como no aparecía, decidí llamarla para asegurarme de que se encuentra bien.
- Gracias, doctor. Sí, es cierto que hace mucho que no lo visito.
- ¿Le pasó algo en particular? ¿Quiere contarme?
- No, simplemente estaba esperando que se me pase este período de “mente en blanco”
- ¿Mente en blanco?
- Sí, hace unas semanas que estoy intentando hacer la plancha para ver si lo resuelvo.
- Espere, espere. Una cosa por vez ¿mente en blanco? ¿hacer la plancha?
- Sí, usar demasiado la cabeza termina por anular todas las ideas. ¿Acaso nunca le ocurrió?
- Sí, claro
- Bueno, eso es lo que me viene pasando. Los análisis, las dudas, los cuándo, cómo y porqués se amontonan, no encuentran espacio suficiente y terminan por anularse. Resultado: mente en blanco.
- La entiendo ¿y qué vendría a ser ese “hacer la plancha” que mencionó?
- Algo así como dejarme llevar más. No insistir. A ver,¿cómo podría definírselo?... ”Comer sólo si tengo hambre”. ¿se entiende?
- ¿Pero anda medio deprimida, Beroldo?
- ¡Para nada, doctor! Muy lejos estoy de eso. ¿Vio el dicho que dice “viejos son los trapos?
- Por supuesto
- El trapo se pone viejo de tanto usarlo y estrujarlo. Bueno, últimamente vengo sintiendo que estuve haciendo eso con mi cabeza. Ahora quiero que se escurra de a poco, colgarla al solcito de otoño y que rejuvenezca y brille nuevamente.
- Me parece perfecto, Beroldo. ¿Se dio cuenta de que durante toda la conversación me hizo saltar de metáfora en metáfora?
- Sí, me di cuenta. Muy mediocres, por cierto.
- Entonces no tiene la mente tan en blanco
- Pero doctor, ¿realmente le parece ésta una conversación acorde a nuestra relación? Usted es mi médico clínico. Los asuntos que últimamente debatimos no se amoldan a su disciplina.
- Beroldo, respóndame lo siguiente y la dejo tranquila.
- Dígame
- Desde que nos conocemos, ¿qué afección física real hemos tratado?
- Ninguna
- La espero pronto. Realmente la espero, no se pierda.
- Gracias, doctor. Hasta pronto.

sábado, 12 de febrero de 2011

Desorden

-¿Hola?
-Hola, buenos días doctor, le habla Beroldo.
-Hola Beroldo, qué sorpresa su llamado.
-Sí, disculpe que lo moleste.
-No querida, no pasa nada. Dígame qué necesita.
-Seré breve.
-La escucho.
-¿El desorden tiene una explicación clínica?
-¿El desorden? ¿Pero a qué tipo de desorden se está refiriendo?
-A ningún tipo de desorden hormonal ni mental ni alimenticio. Le hablo del desorden a secas.
-El desorden a secas…
-Sí
-…
-…
-Tal como me tiene acostumbrado, es todo un trabajo poder seguir su línea de pensamiento. Ayúdeme, no puedo explicar nada si no me aclara cuál es exactamente el problema que la aqueja.
- Sufro de desorden.
-Pero el desorden, el desorden… ¿A qué se refiere con desorden? ¿La anomalía de alguna función física o psíquica? ¿La ausencia de orden? Expláyese.
-La vida tan explicada pierde toda la gracia, ¿no cree?
-¿Qué respuesta es esa, Beroldo?…Pero sí, puede ser.
-Entonces mejor no le explico nada.
-¿Por qué no se da una vuelta por mi consultorio y charlamos tranquilamente?
-Sí, es una buena idea. Perdone por hacerle perder el tiempo, doctor. Le aseguro que es todo producto de este problema que tengo.
-No se preocupe y sáquese el turno que la espero.
-Bueno, hasta pronto doctor y gracias nuevamente.
-Una preguntita más, querida.
-Diga.
-¿Ha dormido bien últimamente?
-Sí, pero me cuesta organizar los horarios. Duermo a cualquier hora.
-Y eso la desorganiza…
-Sí, tengo todas las ideas desparramadas por la cabeza y no puedo pensar. Realmente no puedo.
-Ajá…Por eso el desorden.
-Sí.
-Muy bien, Beroldo. Nada más. La espero pronto.
-Adiós, doctor.

lunes, 24 de enero de 2011

Dilema científico

-Beroldo, querida. Qué alegría verla. El otro día se fue del consultorio demasiado rápido. Pase, por favor.
-Hola doctor. Lamento decirle que nuevamente hay un inconveniente que no me permite quedarme.
-Pero, no entiendo. ¿Qué pasó ahora?
-Mientras esperaba que me tocara el turno, me puse a leer una de las revistas que hay en la sala. Justamente quería evitar que me pasara lo de la vez anterior. Preferí no pensar en cómo iba a explicarle mi problema, y por eso pensé que entretenerme con alguna revista era una buena estrategia.
-Muy bien pensado, Beroldo. Y dígame, seré curioso: ¿Qué revista escogió?
-La “Muy interesante”.
-Buena elección.
-No, para nada. Acabo de enterarme, por uno de sus artículos, que hoy es el peor día del año.
-¿Cómo? Ya logró marearme.
-Sí, doctor. Un investigador británico desarrolló una fórmula basada en factores económicos, sociales, meteorológicos y de ella se deduce que hoy, 24 de enero, es el peor día del año. Lea usted mismo, por favor. http://www.muyinteresante.es/hoy-es-el-peor-dia-del-ano
-Y por esto, ha decidido dejar la consulta para otro día…
- Exactamente.
-Hay algo que no me convence.
-Dígame, doctor.
-No pensé que usted se dejara llevar por estas cosas.
-Yo tampoco.
-¿Y entonces?
-No me haga caso, es que ando durmiendo poco. Casi no duermo, le diría. Ya sabe de mi problema el sueño/un sueño.
- Sí, claro. Y cuando no descansamos lo suficiente, no podemos pensar claramente.
Pero las pastillas que le dí, ¿no le sirvieron?
-Estuve negada a no poder dormir sin ayuda y no las tomé. Qué desastre soy…
-Por favor, Beroldo, no diga esas cosas. Ahora vaya e intente dormir unas horas. Si es necesario, tómese una pastillita. No le van a hacer nada. Confíe en mí.
-Por supuesto que confío en usted. Será hasta la próxima, doctor. Gracias por la paciencia.
-No me agradezca. Recupérese y vuelva pronto.
.-Adiós, doctor.
-Espere, hágame un favor antes de irse.
-Sí, claro, dígame.
-Traiga a mi consultorio todas las revistas que haya en la sala de espera. Que no quede ninguna.

domingo, 2 de enero de 2011

Dilema gramatical

-Hola Beroldo, hace rato que no la veía, ¿Cómo le va?
-Hola doctor, ¿Qué tal usted? Bien, me va bien, por suerte.
-Bueno, me alegro entonces. ¿A qué debo el placer en esta oportunidad?
-Mire, creo que mejor vuelvo otro día.
-Ya estoy perdido. ¿Qué le pasa?
-Nada grave, doctor. La realidad es que mientras esperaba mi turno, me puse a pensar en cómo iba a explicarle el motivo de mi consulta y llegué a la conclusión de que la gramática del español no me lo permite.
-Continúo perdido…pero me interesa. A ver ¿Cómo es eso del español y su imposibilidad?
- La cuestión es la siguiente: vine porque un sueño me quita el sueño y no puedo dormir… UN sueño, EL sueño.
-Déjeme ver si entiendo. Vino porque tiene problemas para dormir.
-…
- ¿No?
-Sí, pero no es tan sencillo de explicarlo.
-Creo que usted está enfocando el problema en otro lado. Ayúdeme.
-El dilema está en los artículos determinados e indeterminados.
-…
-Me niego a hablar de UN sueño, como si fuera algo, justamente, indeterminado. Es lo más exacto y definido que he tenido últimamente en la cabeza. Pero, por otro lado, si lo llamo EL sueño, usted va a interpretar que hablo de las ganas de dormir. Y si lo nombro simplemente “sueño”, también tendremos ese mismo problema de interpretación. ¿ Me sigue?
-Interesante…
-…
-No sé qué decirle. Tiene usted razón. Y me deja con una gran inquietud gramatical.
-Yo tampoco le encuentro la vuelta. Mejor, déme unos días y trataré de volver con alguna resolución.
-La espero, entonces. Hasta pronto, Beroldo. La acompaño a la puerta.
-Sí, pero antes, ¿Tiene algo para el insomnio?