domingo, 15 de mayo de 2011

Consulta médica X

- Buenas tardes, Beroldo
- Buenas tardes, doctor… Increíble, cada vez que vengo, me pasa exactamente lo mismo.
- ¿Qué le pasa?
- Dudo de si debo darle la mano o darle un beso.
- Pero querida, hace un tiempo que ya nos damos un beso. ¿Acaso eso la incomoda?
- No, por favor, doctor, para nada. Dejémoslo ahí. Son pavadas mías
- Pero me interesa saber qué es lo que le ocurre con eso. ¿Todavía siente que deberíamos saludarnos con un apretón de manos?
- Me pasa algo bastante contradictorio, y debo confesarle que no me pasa sólo con usted.
- A ver, la escucho.
- Nosotros ya hemos construido un cierto “vínculo”, por así decirlo.
- Sí, por supuesto. Es a lo que aspiro con todos mis pacientes. Cuanta más comodidad, mejor resulta la consulta. ¿No le parece? Igual, es cierto que no es posible tener el mismo grado de confianza con todos.
- No, lógicamente. Pero, por supuesto, me parece, como usted bien dice, que es necesario tratar de generar una cierta seguridad entre las dos partes, es decir, entre el médico y el paciente.
- Exactamente, Beroldo. Y por eso, me desconcierta que se sienta incómoda conmigo.
- No, doctor, no me malinterprete. No me siento para nada incómoda con usted.
- Me alegro de escuchar eso, pero entonces, ¿qué es exactamente lo que le pasa?
- Como le dije al principio, no es algo que me pase con usted específicamente, sino que me ocurre en diversas situaciones con diferentes personas. ¿Ha escuchado hablar del espacio personal?
- Sí, la distancia que dejamos entre la otra persona con la que estamos interactuando.
- Precisamente eso. Como bien sabe, ese espacio que dejamos, que respetamos, nos permite una interacción más cómoda, más agradable… Bueno, por supuesto, estamos hablando de algo cultural, y de cada persona en particular también.
- Sí, por supuesto. Y entonces, qué me quiere decir, Beroldo. ¿Siente que acá no se respeta ese espacio?
- No, para nada, doctor. No me estoy haciendo entender bien. Lo que quiero decirle es que es una cuestión mía, personal, un problema que yo tengo para delimitar las distancias zonales. Por ejemplo, mi duda de si le doy un beso o no, es justamente porque a veces siento que estoy invadiendo su espacio personal, que no me estoy adecuando en función a las circunstancias.
- ¿Pero acaso alguna vez me ha notado incómodo por habernos besado? O le doy vuelta la inquietud: ¿acaso siente que soy yo es que estoy invadiendo su espacio personal?
- Doctor, siento que lo ofendí.
- No, querida, para nada, ¿por qué habría de ofenderme? Sí me interesa saber si alguna vez se ha sentido incómoda en el consultorio. De ser así, haríamos los cambios necesarios para revertir esa situación. No son buenos los ambientes tensos para llevar adelante las consultas médicas.
- A ver, voy a tratar de ser bien clara, cosa que evidentemente hasta ahora no logré ser: usted no me pone incómoda, usted no ha invadido ningún espacio, en nuestros encuentros me siento más que cómoda, segura y satisfecha.
- Eso es lo que me parece a mí también.
- Justamente porque me siento tan cómoda es que a veces dudo de estar sobrepasándome, es decir, tengo miedo de desubicarme, de romper el vínculo médico-paciente. ¿Me entiende?
- La entiendo. Permítame decirle algo, mi querida Beroldo.
- Adelante, doctor. Lo que quiera.
- La relación médico- paciente, como usted la llama, se construye justamente entre las dos partes. Yo considero necesario que esta relación se fortalezca porque justamente eso forma parte del tratamiento. Sea cual sea el motivo de la consulta. Y déjeme decirle algo más, si usted se “sobrepasara” y no respetara el espacio del otro –acá o en cualquier otro lugar- seguramente sería debidamente informada o le darían claras señales de que lo que está haciendo molesta.
- Sí, seguramente.
- Sí, es así y acá, creo yo, jamás recibió queja alguna.
- No, para nada. Discúlpeme, doctor. Siento nuevamente que lo ofendí. Me habla como molesto.
- Para nada, Beroldo. Sólo quiero dejar en claro que acá tiene usted la libertad de hablar de lo que quiera, de actuar como le salga. Creo que siempre ha estado tácitamente claro que no nos dejamos llevar tanto por las “convenciones sociales”, por llamarlo de alguna forma.
- Totalmente, doctor. Ahora me siento un tonta por haber iniciado esto.
- Todo lo contrario. Me parece que hemos tenido una conversación muy útil que nos servirá para las futuras consultas. Por otro lado, aún no hablamos acerca del “verdadero” motivo de este encuentro.
- Es cierto, curiosamente venía a plantearle que siento que tengo una excesiva capacidad de síntesis y, a veces, reducir a términos tan precisos lo que quiero explicar, justamente logra que el otro necesite de la repetición para lograr entenderme. No sé si eso lo ve reflejado en nuestras consultas. Tampoco estoy segura de que realmente sea un problema a resolver. En fin, ya estoy un poco mareada.
- Interesante, Beroldo. Necesito un momento para pensarlo pero vamos a hacer una cosa. El siguiente encuentro lo tratamos. ¿Le parece? ¿Está en condiciones de que la deje ir?
- Totalmente. Hoy tuvimos un debate intenso y también necesito procesarlo para pasar al “verdadero” tema de la consulta.
- Esta fue una consulta sumamente interesante, Beroldo. Le aseguro que me quedo con muchas cosas para analizar. Ahora, por lo pronto, la acompaño hasta la puerta y con un beso, la despido hasta la próxima.
- Muy bien, doctor. Hasta la próxima.
-Adiós, Beroldo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario